lunes, 22 de julio de 2013

Las úlceras venosas

La enfermedad venosa crónica, al igual que muchas enfermedades, presenta complicaciones. Una de las dramáticas es la formación de una o varias úlceras en el tobillo, las cuales persisten abiertas y dolorosas durante muchos años sin el tratamiento adecuado.

De cada 100 personas que acuden a consulta médica por manifestaciones vasculares en miembros inferiores, unas 3 a 10 se presentan con úlceras, y más del 90% de estos casos corresponden a un origen venoso. Por tanto, la mayoría del esfuerzo debería ser dirigido a brindar una atención de alta calidad, especializada y actualizada en patología venosa crónica. Es comprensible que la población en general conozca muy poco sobre el origen de estas úlceras, sin embargo es inadmisible que el personal de salud carezca del conocimiento necesario para entender y tratar adecuadamente tal complicación.

La cultura popular en nuestro país busca la explicación de este problema en la ocurrencia de traumatismos menores (rasguños, pequeños golpes, picaduras de insectos), infecciones, y hasta en causas sobrenaturales (maleficios, hechizos). Existen médicos y personal de salud que dirigen sus acciones de tratamiento como si el origen del problema fuese una infección de piel y tejidos blandos (la famosa erisipela), obviando o desconociendo el verdadero origen: la hipertensión venosa.

Imaginen al tobillo y la pierna como si fuese un recipiente, y la sangre como si fuese el líquido que llena este recipiente. En posición vertical, o sea de pie, la presión hidrostática recaería en la parte más baja, esto es el tobillo. En una pierna sana esto no ocurriría debido a que las venas sanas y la contracción adecuada de los músculos de la pantorrilla mantienen el flujo de sangre casi en todo momento hacia arriba, impidiendo que se sobrecargue la parte más baja. En una persona con insuficiencia venosa, las venas de los músculos de la pantorrilla no son capaces de mantener la circulación de sangre hacia arriba en todo momento, de modo que el líquido (sangre) regresa hacia el tobillo a través de las venas varicosas o enfermas.



Entonces la presión, tanto en las venas como en los vasos sanguíneos más pequeños conectados a estas, se aumenta. Esto a su vez provoca la salida de células, proteínas y líquido desde los vasos pequeños hacia los tejidos más superficiales como la grasa y la piel, dando entonces un aspecto de hinchazón uniforme en el pie y tobillo, conocida como edema. Muchos pacientes incluso pueden ver salida de pequeñas gotitas de agua a través de la piel del tobillo, lo cual corresponde a la salida del líquido a través de diminutas fisuras en la piel que son provocadas por la excesiva distensión o estiramiento al estar sobrecargado el tobillo.

Pero el asunto no para ahí, ya que las células inflamatorias (glóbulos blancos y otras) que se acumulan en el tobillo producen sustancias que originan y aumentan la inflamación y disminuyen la capacidad de nutrición y oxigenación local, creando un medio ambiente tóxico para las células de la piel y tejido subcutáneo, situación que yo llamo "zona de guerra", muy inhóspita.

Es por esto que las células de la piel pierden su capacidad normal de cicatrización, y ante traumas menores (o aún sin ellos) mueren masivamente dando lugar a úlceras cada vez más grandes.

Una de las pruebas más evidentes de que la hipertensión venosa es la madre de las úlceras del tobillo es que la cicatrización se recupera y se acelera inmediatamente después de tratar adecuadamente el reflujo venoso superficial (várices y troncos venosos enfermos) y dar compresión firme y constante al pie, tobillo y pierna. Para muestra les dejo un botón: uno de mis muchos casos de pacientes con este problema:



Por ejemplo en este caso no sólo es importante ponerle atención a la rápida cicatrización, sino también a la desaparición de las várices y del edema o inflamación marcados en la foto pretratamiento, así como a la mejoría en la vitalidad de la piel vecina a la úlcera.

Dos grandes ventajas tuvo esta paciente: no hubo cirugía alguna para sanarla, y no requirió gastar una fortuna en apósitos especiales, antibióticos y cremas para promover la cicatrización. Todo se hizo con la escleroterapia ecoguiada, vendajes compresivos de múltiples capas cada semana, y gasas no adherentes con pasta de óxido de zinc.



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